Los subsidios no acaban con la pobreza de manera definitiva, aunque pueden aliviarla temporalmente. Su impacto depende de cómo se diseñen y apliquen. Los subsidios focalizados, como transferencias monetarias condicionadas (ej. Bolsa Família en Brasil), han reducido la pobreza extrema en algunos casos al mejorar el acceso a educación, salud y alimentación. Por ejemplo, en México, el programa Oportunidades (ahora Prospera) redujo la pobreza en un 10% en comunidades rurales entre 2000 y 2010, según estudios del Banco Mundial.
Sin embargo, los subsidios mal diseñados, como los generales a combustibles o alimentos, a menudo benefician más a los ricos que a los pobres y distorsionan los mercados. En Venezuela, los subsidios al combustible han generado contrabando y crisis económica sin resolver la pobreza. Además, los subsidios no atacan causas estructurales como la falta de empleo, educación de calidad o infraestructura.
Para acabar con la pobreza, se necesitan políticas integrales: inversión en capital humano, creación de empleos sostenibles y sistemas fiscales progresivos. Los subsidios son solo una herramienta, no una solución completa.
